
Sobre el final sufrió mas de lo necesario
El fútbol es impredecible. Absolutamente impredecible. Tanto que deja como héroe al Dibu Martínez, cuya jornada laboral había rozado el absentismo por la falta de exigencia hasta que en la última jugada topó con Kuol cara a cara para el empate. Sacó el brazo el portero haciendo honor a la bandera argentina que se ha pintado en el pelo, terrible moda ésa, porque con su parada respiró por fin una selección (y con ella un país) que minutos antes navegaba de forma plácida hacia los cuartos, con dos goles de ventaja. Fue entonces cuando un australiano disparó desde su casa ante la certeza de que desde más cerca no había forma de hacerlo. Lo de Goodwin iba fuera, pero golpeó en el brazo de Enzo para marcharse dentro de forma inverosímil. Y empezó otro partido.
Causó tal conmoción la carambola que un eslalon increíble de Behich resuelto a última hora por Lisandro se convirtió casi inmediatamente en la primera opción para las tablas en lo que hubiera sido un quite del perdón del lateral izquierdo australiano, señalado directamente en el primer gol. Procuró refugiarse Argentina, a la que Scaloni había tirado mensajes defensivos con sus cambios, fiando las contras al tipo que luce el 10 y responde al apellido Messi. Se las apañó, y tanto, plantando a Lautaro para la sentencia más de una vez. Pero todas las desaprovechó el punta del Inter, de refresco después de haber perdido el puesto definitivamente ante Julián. Y agradeció que El Dibu le tirara un capote con ese lance postrero, porque se le estaría apuntando directamente (y a su seleccionador) en caso contrario. Sea como fuere, Argentina pasa ronda.


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