La Verde necesita una victoria heroica y un traspié de Venezuela para alcanzar el repechaje. El estadio más alto del mundo será su principal aliado en una definición no apta para cardíacos.

Se acabó el tiempo de especular. Para la Selección de Bolivia, el camino al Mundial 2026 tiene una sola parada, una final adelantada en el lugar más inhóspito del planeta para un futbolista de élite. La última fecha de las Eliminatorias Sudamericanas encuentra a «La Verde» con una única y remota posibilidad: vencer a la poderosa Brasil en la altitud extrema de El Alto y esperar un milagro desde Venezuela para quedarse con el boleto al repechaje intercontinental. La clasificación directa es ya una utopía; la repesca es la última bala.

El Escenario: La Calculadora en Mano

La matemática es cruel pero clara. Tras la penúltima jornada, Bolivia se ubica en la octava posición con 17 puntos. Su objetivo es arrebatarle el séptimo lugar a la Venezuela de Fernando «Bocha» Batista, que suma 18 unidades. Solo ese séptimo puesto otorga el derecho a soñar con el Mundial a través de la repesca.

Para que la hazaña se concrete, se necesita una combinación exacta de resultados:

  1. VICTORIA OBLIGATORIA: Bolivia debe derrotar a Brasil. No hay otra opción. Un empate o una derrota eliminan automáticamente cualquier posibilidad.
  2. UN FAVOR DESDE VENEZUELA: La selección «Vinotinto» no debe ganarle a Colombia en su partido en Maturín. A Bolivia le sirve tanto un empate como una derrota de Venezuela.

En el improbable caso de que Bolivia gane y Venezuela empate, ambos quedarían con 20 puntos, y todo se definiría por la diferencia de gol, un rubro donde la Vinotinto actualmente tiene una ventaja considerable.

El Arma Secreta: La Fortaleza de El Alto

Si Bolivia tiene un as bajo la manga, es sin duda su estadio. El Municipal de El Alto, a 4.090 metros sobre el nivel del mar, no es solo un campo de juego; es un arma estratégica. Un gigante del fútbol mundial como Brasil deberá enfrentarse no solo a once jugadores, sino a un enemigo invisible y letal: la falta de oxígeno.

La decisión de jugar en el techo del mundo ha sido la apuesta final del cuerpo técnico boliviano para nivelar la balanza contra un rival plagado de estrellas mundiales. Se espera un planteamiento inteligente, de desgaste, buscando aprovechar cada segundo en que a los jugadores brasileños les falte el aire. La pelota no dobla igual, el cansancio se multiplica y una corrida de más puede ser la diferencia entre la gloria y el agotamiento.

Un País en Vilo

Mientras Bolivia luche en las nubes, los ojos y oídos de todo un país también estarán puestos en Maturín. El partido de Venezuela contra una ya clasificada pero siempre competitiva Colombia será la otra mitad de esta final a distancia.

La suerte está echada. Noventa minutos en el estadio más alto del mundo separan a Bolivia del sueño o de la desilusión. No es solo un partido de fútbol; es una prueba de resistencia, fe y corazón. La última bala está en la recámara, y todo un país contendrá la respiración esperando que dé en el blanco